Muchas veces en la vida, tienes que dar un
paso atrás para poder ver las cosas con la suficiente perspectiva como para
poder tomar las decisiones “acertadas”. Pues hoy, que estoy con la moral por
los suelos, que no tengo ni la más remota idea de por dónde ir, que estoy
buscando una cuerda a la que cogerme y aferrarme a ella ‘a ciegas’ tengo la
necesidad de escribir. Pero no de escribir en general. Hoy tengo desgarradoras
ganas de gritar callado, algo que, los que me conocen bien, saben que soy muy
aficionado a hacer.
Hace justo un año, había tomado una decisión;
tiraba la toalla. Lo dejaba, no podía más. La presión había podido conmigo y yo
había cedido. Fue la culminación de un proceso que empezó a finales del curso
2011-2012, y que me había convertido en una persona gris, sin alma, a la que ya
no le importaba aquello que le apasionaba, la música. Había decido que dejaba
mis estudios en el conservatorio.
Y sólo se lo conté a una persona, que era
realmente una persona circunstancial, un extra en la película de mi vida, con
poco más que una frase. Pero vaya frase. A esa persona le debo que no lo tirara
todo por la borda. Y ahora simplemente intercambiamos un “¿Hola, qué tal?” y ya
está. Pero le estaré eternamente agradecido, aunque esa persona no lo sabe.
Todo esto viene, porque llevo una semana planteándome
cosas. ¿Merece la pena todo este tortuoso camino? Con lo bien que estaría yo si
hubiera decidido estudiar Ciencias Políticas, tendría un 90 % más de
tranquilidad en mi vida, como mínimo. Así que me he decidido a escribir para
animarme a que sí que merece la pena.
Primero, por las personas que gracias a esto
he conocido, y que me ayudan a pasar cada día de una forma especial, ayudándome
a que el camino sea un poco menos duro… También a las personas que me complican
la vida, porque sin ellas, sería muy poco divertido. Gracias a mis amigos del
conser, a mis conocidos, a mis enemigos,
a mis compañeros de piso (una catalogación especial), y a la demás gente que no
tiene nada que ver con la música pero que he podido conocer gracias a ella en diferentes puntos de la
geografía internacional.
Merece la pena además, porque cuando tienes un
segundo de inspiración, paga la pena de meses de sufrimiento. No hay palabras
para expresar lo que siente uno cuando llega a estar a gusto con lo que hace.
Ese momento de comunión, ese éxtasis casi santateresiano… No conozco nada que
llene tanto mi alma, como esos momentos.
Pero ah, no todo va a ser bueno. Porque
también tenemos que soportar la gracia fácil de que somos unos borrachos, unos
vividores y similar… pues sí, me gusta salir, beber, estar por ahí… y creo que
después de estar una media de 6-7 horas (llegando a 10-12 algunos días) cada
día de la semana, con el clarinete entre las manos, tendré derecho a reventar el
sábado (o el viernes o el lunes), ¿no? Yo salgo el sábado hasta las 7 de la
mañana pero me paso el domingo por la tarde estudiando ¿sabes? No tengo que dar
explicaciones a nadie, pero todos los problemas que tenemos los estudiantes de
música, no se arreglan estudiando las tres semanas antes del examen… Algunos, ni siquiera con años… Así que creo
que estamos autorizados a desfasar un poco a veces…
En fin, después de esto, seguramente tendré
que aguantar que me llamen llorón… pero estoy tan acostumbrado a que me llamen
cosas, que casi os diría que me la trae al pairo…
Para acabar solo quiero decir una cosa más:
tendré poca moral, pero os prometo que no voy a tomar la decisión de dejarlo.
Ya que, como dije antes, viendo con perspectiva (aunque ahora ya con un paso
hacia delante) creo que al final, tomé
la decisión “acertada”.